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Tenía seis años cuando me enteré: David, de siete, entonces mi primo mayor, había muerto tras un feroz ataque de leucemia, un tipo de cáncer que cuando se ensaña con las criaturas es fulminante. La verdad es que no recuerdo si fui a su entierro, si pasé por todo el ritual de su muerte; los eventos que transcurrieron entonces se fueron enredando en mi mente hasta quedar convertidos en una especie de sueño o fantasía cuyo estatus de realidad nunca me atreví a verificar. Recuerdo vagamente los comentarios de mis padres y de mis tíos, las habladurías de la gente, pero el asunto se fue quedando relegado al espacio misterioso y secreto de los temas familiares dolorosos.

No sé dónde se encuentra la tumba de David, supongo que fue enterrado en el cementerio central y que sus cenizas están guardadas en la galería de alguna iglesia o simplemente fueron ya esparcidas. No hay fotos en casa de sus padres, y sus hermanos, mis otros primos, jamás hablaron del tema conmigo: David se esfumó sin dejar ni siquiera el rastro de su recuerdo.

Qué actitud tan distinta ésa frente a la que tienen los mexicanos con sus muertos. Tuve la suerte en el 2004 de estar en el DF, justo para las fechas tradicionales en que ellos celebran el día de muertos (31 de octubre a 2 de noviembre), expresión de verdadero fervor por lo mágico, lo histórico, lo maravilloso que viene de tiempos ancestrales. Se trata de varios días consagrados  a la memoria de los queridos muertos, a quienes se les considera huéspedes ilustres a los que hay que agasajar y atender con la mayor generosidad.

Las llamadas ofrendas o altares que se instalan para homenajear a los difuntos incluyen desde platos de comida típica tan comunes como el mole, el chocolate, los tamales, el pan de muerto y las calaveras de azúcar, que se juntan a las imágenes religiosas, a las fotografías del difunto y a las flores de cempasúchil , así como a los cirios y a las lámparas de aceite. Verdaderas obras de arte popular con una diversidad realmente impresionante.

El altar se divide en dos niveles marcados por una mesa y el suelo que según la tradición popular representan el cielo y la tierra respectivamente. En la mesa se colocan por eso las imágenes de los muertos y los símbolos de fe, así como los elementos del agua (pulque, agua) y del fuego (las velas, las lámparas de aceite), mientras que en el suelo se colocan los elementos que simbolizan el aire y la tierra: incienso, sahumerios, frutas y semillas.

Creo que fue el 31 de octubre que estuve en el Museo Dolores Olmedo Patiño y fui testigo de una maravilla: el gigantesco altar dedicado a la memoria de la prestigiosa dama que da nombre al lugar. Un recinto de 6000 m2 ubicado en la llamada Finca La Noria (Xochimilco), que cuenta con 12 salas dedicadas a distintas colecciones de arte  y que se ha hecho célebre por los famosos perros xoloitzcuintles que pasean por sus prados.

El 31 de octubre al medio día se suelen colocar sobre una mesa aquellos objetos destinados al culto de lo niños difuntos o Angelitos como los llaman los mexicanos. Por la tarde se ofrece una merienda a los niños y al día siguiente por la mañana se les sirve el desayuno, antes de que sus almas regresen al lugar al que pertenecen. Al medio día, la mesa se adorna con flores amarillas con las que se indica la llegada de los difuntos adultos. El 2 de noviembre al medio día las almas de los difuntos adultos se depiden con una comida en donde se puede encontrar una gran variedad de recetas, entre las que se destacan el arroz, el mole, los frijoles, las tortillas, lo tejocotes, junto a aperitivos como la cerveza, el pulque o el tequila.

***

Pero David se ha borrado con su muerte. No es un angelito, ni siquiera es un muertito.

Haciendo eco de las palabras de William Ospina en su famoso ensayo Colombia en el planeta, tal vez lo que ha ocasionado que en nuestro país la venganza recurra al crimen para dirimir los conflictos es esa idea de que los seres humanos se borran con la muerte. Tal vez, como dice Ospina, ha llegado la hora de despertar a los muertos: «pedirles que sigan vivos en el corazón de quienes los amaron, que nos acompañen en una larga fiesta por la vida. Cuando hayamos cumplido esa labor poética y mítica de despertar a los muertos, de convertirlos en aliados de la vida, cuando hayamos demostrado que no es tan fácil matar del todo a un ser humano, la venganza tendrá que inventarse otras formas de dirimir sus conflictos, y no podrá creer que se elimina una contradicción eliminando a los contradictores».

Hoy siento que David, mi primito, no mereció nunca ni su suerte terrena, pero mucho menos nuestro olvido.

Otras referencias:

Libros

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información tuíisitca

Monografía

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