Directo al alma
Por algún flanco débil, la música ataca
las fibras más sensibles de mi cuerpo
Burbujeante, mi piel vibra
mientras el sonido de la flauta se apodera del cuarto
y luego las voces del coro se presentan ante mis ojos.
Es cierto: veo las voces,
no los cuerpos de quienes las emiten,
y de su barullo armonioso surge
un par de alas: las del ángel
que de pronto vuela desde la canción
hasta mi cuerpo rendido.
Me envuelven, me levantan
y me sacan de la habitación
para llevarme a parajes no vistos.
Montañas, nevados, rios cristalinos,
gentes extrañas y bellas que pasan frente a mí
como si de un sueño se tratara.
Miro alrededor y descubro que las alas son mías
que el ángel está a mi lado y me guía
que su sonrisa es la de alguien conocido
que sin embargo no recuerdo.
Caigo, caigo suavemente,
sin miedo
y regreso a mi cama y duermo,
duermo feliz.
No quiero volver a despertar.