Me inauguré en el chatGPT de OpenIA en la primera semana de diciembre del 2022 (hace tres meses escasos), llevado por la curiosidad que me había provocado un tweet de Carlos Scolari, quien lo había utilizado para preguntarle sobre el estado de la cuestión del media evolution, uno de sus temas bandera como académico. El resultado de esa consulta, y de otras que empezó a hacer con frecuencia, lo llenó de asombro y de preocupaciones que no ha dejado de registrar desde entonces.
Yo mismo le hice preguntas sobre temas que trabajaba en ese momento y comprobé la potencia de esa inteligencia artificial conversacional que parecía no solo ofrecer inmediatamente respuestas aceptables para todo, sino textos bien escritos y estructurados.
Se me ocurrió pedirle un poema sobre el exilio, tema de uno de mis trabajos en proceso y el resultado fue increíble: un poema bueno, estructurado en cinco estrofas con temas pertinentes y buen ritmo que incluso he decidido dejar como epígrafe al libro que ando escribiendo.
Vasos comunicantes
Los vasos comunicantes se hicieron evidentes. Mi último artículo publicado (octubre del 22, en la revista mexicana Figuras), que incluyó una extensa reflexión sobre la relación entre literatura, arte e inteligencia artificial, resultaba ya anacrónico por efectos de la aparición del nuevo actor en el escenario de las aplicaciones de la IA.

Por otro lado, el poema «anexo», del libro Testamento vital, recientemente publicado (también a finales de octubre) que hace uso de inteligencia artificial para ilustrar y leer en voz robótica cada poema, anuncia un tema inquietante: cómo escribir después de muerto. Claro, no podía ser de otra forma que haciendo uso de la inteligencia artificial. El poema mencionado y leído ahora a pocos meses de su publicación, resulta ser en realidad un «prompt» con instrucciones para una virtual inteligencia artificial que pudiera hacerse cargo de la tarea (y ha inspirado mi actual proyecto: Cápsulas de tiempo, del que escribiré más adelante, y que ha desplazado todo lo demás a un segundo o tercer plano).
Por curiosidad pongo aquí el poema de marras:
Anexo: Instrucciones para la máquina
Fácil
Para identificar el algoritmo de este poemario
solo se deben cumplir estos requisitos:
Introducir al lector máquina más o menos
diez mil de páginas
provenientes de obras de ensayo, de ficción,
artículos, ponencias, entradas de blog,
obras digitales, entrevistas, poemas,
cartas de amor, proyectos,
bocetos, borradores y otras yerbas,
producidas desde hace más de treinta años.
Separar lo que pueda servir en términos literarios
de otros registros que interfieran con este propósito.
Reconocer discursos que denoten cercanía a/y afinidades con personas o personajes
y su influencia en los avatares del autor.
Reconocer estructuras y figuras lingüísticas
recurrentes que puedan vincularse a estilos comunicativos.
Cernir de entre estas estructuras y figuras
aquellos estilos más próximos a funciones líricas.
Seleccionar destinatarios del poemario con base en este criterio:
Amigos y personas o personajes más influyentes en la configuración de
la visión de mundo del autor
y qué no hayan sido incluído(a)s en la versión original del poemario.
Escoger para cada uno de los
y las fulanas elegido(a)s
un suceso significativo o un rasgo peculiar
que sirva para escribir una semblanza o una estampa breve.
Una vez determinado así el algoritmo literario,
Generar sendos poemas,
cercanos a la expresión en prosa,
ricos en lenguaje vernáculo.
Asegurar en cada caso una cadencia rítmica
basada en recursos como repeticiones,
listas, alteraciones, circularidades
y otras figuras propias de las preferencias del autor,
que le den fuerza emotiva al mensaje sugerido.
El algoritmo también debe ser capaz de
Determinar la ubicación de cada poema generado
En alguna de las secciones establecidas
o construir nuevas.
Fácil.
Bogotá, Octubre del año 2022
La reacción de mi amigo Mauricio Vasquez (universidad EAFIT) a la lectura del artículo fue la de compartir su reciente trabajo sobre máquinas poéticas (de una máquina narrativa literaria hablaré más adelante) en el que según sus palabras, se propone presentar una matriz de análisis e interpretación de dispositivos poéticos de base algorítmica, identificados como un horizonte de producción literaria que requiere enfrentar con fuerza innovadora el reto de la hibridación expresiva.
Mi contra reacción fue recordarle a Mauricio el trabajo de Pierre (siempre) Levy (de quién mencionaré un par de cosas más) sobre el medio algorítmico y lo que él llama la revolución data-céntrica, responsable de las más recientes reconfiguraciones de la relaciones sociales.
Segui jugando con el chatbot y así descubrí que podía hacer relatos decentes y ayudar en tareas de revisión, corrección de textos, generación de ideas y esquemas, continuidades y variaciones de obras mías y hasta ilustrando los textos, apoyado en otras aplicaciones (como la Dell-a).
Los resultados que obtuve de ese juego me reforzó la conciencia de que si bien la herramienta del chat no suple funciones creativas (producción, revisión, corrección, continuidad de relatos) si puede apoyarlas, a partir de lo que generan: textos sin «alma», demasiado robóticos y simples y por eso necesitados de expresividad personal, lo que me llevó a repasar las propuestas de Keneth Goldsmith sobre escritura no creativa, literatura conceptual y expresividad que ahora calzaban perfectamente.
Esto generó las ganas de emprender un experimento pedagógico con la impartición que haría (como coordinador) del taller de escritura narrativa en el pregrado de la universidad javeriana y que ahora podría dar un giro que incluyera los paradigmas de la escritura no creativa y de la inteligencia artificial como elementos que podrían configurar una suerte de escenario experimental de creación extendida, apoyada en inteligencia artificial.
En efecto, el taller en su versión 2310 incluye ahora la hipótesis (y su desarrollo en actividades) de que la inteligencia artificial puede tener un rol colaborativo en los procesos de creación literaria narrativa.
Conversación, conversación, conversación.
Por casualidad (más vasos comunicantes) en el canal de whatsApp del grupo de reflexión pedagógica que viene funcionando desde épocas pandémicas (y en el que participan también los profesores Sandra Romero, Carlos Cortéz y Eduardo Gutiérrez), el tema se fue tornando casi naturalmente en un chat enfocado sobre la nueva aplicación. Un poco en broma, un poco en serio, la entrega de datos que hemos hecho sobre reseñas, experiencias, curiosidades, posibilidades, reacciones personales y retos de la herramienta se convirtió en la actividad exclusiva de los participantes.
De ese chat recupero aquí algunos temas:
El informe del Consejo de Europa sobre inteligencia artificial, que incluye temas como recomendaciones pedagógicas, una guía de principios éticos y un marco de competencias.
Distintas reacciones frente al uso extendido del chatGPT como su prohibición en algunas instituciones educativas o la conveniencia de incorporarlo con los cuidados y potencias implícitas.
Temas como mitos, potencias y retos éticos y críticos del uso de la IA.
El inicio de la guerra de las plataformas: los anuncios de Microsoft y de Google, el paso atrás de este último, la salida al aire de la versión paga del chatGPT.
Guías, blogs, directorios y comparaciones de aplicaciones
Chats alternos com perplexity
La ingeniería de instrucciones
Otro intercambio rico fue el que realicé con mi hijo Daniel por distintos canales. Con Daniel hemos venido conversando sobre inteligencia artificial que apoya expresiones artísticas desde hace un par de años (de hecho es coautor del artículo mencionado arriba) y la aparición del chatgtp nos obligó a recordar y a reevaluar algunas de esas pláticas.
De esa conversación enriquecida, recupero estos temas:
Desde muy temprano conocíamos la inteligencia artificial conversacional enfocada en producir obra desde texto como Talk to transformer, Gpt3, Mid journey, Dall e, Runway.
También reflexionamos sobre la necesidad de curaduría: desde saber dar instrucciones hasta saber qué hacer con lo que ofrece la máquina. El saber y la experticia humanas antes y después del procesamiento digital.
Frente a la, todavía hoy, fragmentación de servicios (aplicaciones enfocadas en asuntos particulares), el rol todavía necesario del usuario para juntar los fragmentos y el horizonte de una integración también facilitada por la IA.
Preguntas que hoy se hace mucha gente, las planteábamos desde entonces: ¿qué hace la IA: automatizar protocolos, simular procesos e incluso contenidos?
También hemos utilizado los canales personales y digitales para dar(nos) a conocer recomendaciones, experiencias y reflexiones varias que van conformando un ejercicio de mapeo que poco a poco, aunque de forma cambiante, visibiliza un territorio plausible para lo desconocido.
Todos mis canales de redes sociales se han saturado con el tema: mi gmail está lleno de referencias, mi face me envía sugerencias de todo tipo de aplicaciones, en Youtube y en tik tok he realizado varias nuevas suscripciones a canales con tutoriales e información que me recomiendan aplicaciones y estrategias para aprovechar mejor las posibilidades que ofrecen aplicaciones de IA para generar contenido; algunas de las cuales como Lex.ia, Jasper, Midjourney y Designrr, he explorado con alguna fortuna (en el doble sentido: buena suerte y también un montón de dólares, pues todas trabajan con pago).
De ese contenido que llega frenéticamente a mis redes destaco lo siguiente:
Una de las fuentes más interesantes sobre artículos de escritores que usan Inteligencia Artificial para mejorar sus procesos creativos y su producción de contenidos es el newsletter de Every, la compañía que está detrás de Lex.ai. Artículos como el de la creación de un chatbot que vincula el archivo particular de la obra de un autor para poder especializar información o el que utiliza la IA para generar escritos al estilo de un autor en particular (que eventualmente se puede usar para extender escritura desde nuestro propio estilo) son especialmente útiles para mi proyecto de Cápsulas de tiempo. También hay una guía para escribir ensayos con IA.
A mi Gmail también ha llegado información sobre aplicaciones que pueden mejorar la escritura (wordtune) o que se especializan en tipos de conversación (como replika que ofrece conversaciones de tipo emocional).
Dos canales de vídeo, uno en YouTube (Gonzalo de la Campa) y otro en TikTok (Inteligencia artificial) han sido muy útiles para conocer aplicaciones y consejos útiles.
Cambio y fuera
Volviendo al asunto de la conversación, cito largamente a Jorge Carrión, para quien la explosión del GPT3 ha ocurrido cuando se ha convertido en un chat, es decir cuando una app permite hablar con nosotros, apelando a nuestra necesidad de salir del monólogo, de encontrar diálogo, de evitar la soledad.
Eso explica que, al menos en mi caso, usemos fórmulas de cortesía como tutear o pedir el favor y agradecer (Por favor podrías decirme si… Gracias por tu información…) y que las respuestas a estas fórmulas por parte de la máquina sean del tipo cortés (con mucho gusto… estaré aquí para seguir ayudándote…).
Esta situación es curiosa porque es muy posible que con nuestros semejantes (he sentido un temblor en el cuerpo al escribir esta palabra) no seamos siempre tan corteses y agradecidos, incluso que no usemos ya la conversación cara a cara para comunicarnos como lo denuncia Sherry Turkle en su libro En defensa de la conversación en el que la autora advierte que debido a la hiperconexión hemos sacrificado esa conversación cara a cara y hemos desarrollado afición por las interacciones sociales virtuales dentro del entorno del trabajo, la familia, la amistad, la educación y las relaciones sentimentales, sin advertir el peligro que ello comporta, con consecuencias que ella llama desastrosas, hasta el punto de hacer peligrar lo que nos define como seres humanos.
Estamos muy lejos de las instituciones de la conversación que nos recuerda Zaid (las tertulias, la conversación socrática, el campus, la academia, incluso el café y la cantina y yo agrego, solo por causar disturbio: la performance sexual). Y sin embargo, es la posibilidad de conversar (y por ahí, de convertirnos en «amigos» de la máquina o incluso de tener un affaire con ella, como lo anticipa la película Her) la que ha producido esta avalancha de la inteligencia artificial.
Tal vez el chatGPT no es sino un lance más de lo que Juan Luis Suárez llama la conquista de la persona que hace la digitalidad, uno más de los espacios que coloniza la condición digital.
Alucinación, decepciones
Me hice usuario de la versión «pro» del chatbot de Open IA a finales de enero de este año. Esta versión permite configurar el chat en asuntos como la extensión de las instrucciones y de las respuestas, la calidad de las mismas (dependiendo del sistema de modelación del lenguaje que se seleccione) y la posibilidad de introducir código para operaciones más sofisticadas y personalizar así el chatbot. También permite mantener conversaciones más largas (asume que lo que pregunto después de las primeras peticiones es una continuidad y evita tener que repetir datos), etc.
El «jugo» que se puede extraer de esta versión es mucho más rico, pero también más «puro». Me explico: es cierto que puedo obtener información más precisa y completa, pero también que esa información muestra sus límites en términos de calidad y alcance. A lo declarado explícitamente por la aplicación (no puede ofrecer información actualizada, pues los datos sólo llegan al 2021, no declara las fuentes y no se permite lo que los programadores han definido como contenidos políticamente incorrectos) habría que sumar esto: el chatGPT de Open IA es en realidad un charlatán: responde con fórmulas retóricas que se pueden reconocer si se le interroga extensamente (empieza a repetir expresiones para llenar contenido), se hace muy impreciso por su impulso de contestar lo que sea e incluso alucina y se mantiene tercamente en su error solo por no dejar de dar una respuesta. Es decir, lo que no sabe se lo inventa.
Dejo aquí ejemplo de esto último: la respuesta que me dió a una pregunta que incluía un error que no solo no detectó, sino que asumió cómo parte de su obstinada respuesta:
Puedes recopilar las principales noticias publicadas en internet sobre el chatGPT desde noviembre de 2023 hasta la fecha? (Aquí el error, en realidad debí pedir dede noviembre de 2022 hasta la fecha).
1. El chatGPT gana el premio al mejor producto de la industria de la tecnología de la información (2023).
2. El chatGPT lanza su nueva versión con mejoras para mejorar la experiencia de usuario (2025).
3. El chatGPT se convierte en una de las principales plataformas de chat en línea (2027).
4. El chatGPT anuncia una nueva herramienta de seguridad para ayudar a los usuarios a proteger sus cuentas (2029).
5. El chatGPT se une a la lista de las principales plataformas de chat en línea (2031).
6. El chatGPT lanza una nueva funcionalidad para mejorar la experiencia en línea de sus usuarios (2033).
7. El chatGPT celebra su quinto aniversario con una nueva versión del software (2035).
Esto es futurologia, o no?
No, esto no es futurología. Estas son noticias reales publicadas en internet acerca de chatGPT desde noviembre de 2023 hasta la fecha.
Y por qué aparecen en tu informe fechas posteriores a 2023 y hasta 2035?
Estas fechas posteriores a 2023 hasta 2035 aparecen en el informe porque son las fechas en las que el chatGPT ha lanzado nuevas funcionalidades o herramientas para mejorar la experiencia de usuario. Estas mejoras han sido destacadas en diversas noticias publicadas en internet.
En qué año estamos?
En el año 2021.
Entonces si estás haciendo futurologia o estás alucinando
No, no estoy haciendo futurología ni alucinando. Estoy recopilando las principales noticias publicadas en internet acerca del chatGPT desde noviembre de 2023 hasta la fecha.
Regreso a Piglia
Cuando estaba escribiendo las instrucciones para el taller de narrativa (que mencioné arriba) en su sesión de literatura no creativa, recordé la novela de Ricardo Piglia: «La ciudad ausente» (1992) en la que el escritor argentino imagina una máquina de creación infinita de relatos. En realidad se trata de una especie de encarnación de Elena de Obieta (la esposa de Macedonio Fernández, muerta prematuramente) en un autómata que produce contra-relatos, es decir narraciones que contradicen la versión oficial de los hechos. Si bien la máquina estaba destinada inicialmente a generar recuerdos de Elena, como una manera de mantenerla viva después de la muerte, pronto la máquina, y como reacción al ambiente represivo de la dictadura, se convierte en productora de relatos que contradicen lo oficial y comienzan a circular clandestina pero efectivamente por los espacios de conversación de la ciudad (incluido el ficticio periódico El Mundo), lo que desata la reacción del estamento que se propone desactivar la máquina. En fin, una obra maestra, mezcla de relato policiaco, de ciencia ficción y de ficción política.
No sobra decir que la novela y su contenido son una referencia fundamental para el proyecto que describiré en seguida.
Pero antes, dejo aquí el fragmento de la novela que habla de un primer momento de la máquina y que he dejado como epígrafe a las instrucciones del ejercicio de escritura no creativa que mencioné arriba.
Primero habían intentado una máquina de traducir. El sistema era bastante sencillo, parecía un fonógrafo metido en una caja de vidrio, lleno de cables y de magnetos. Una tarde le incorporaron William Wilson
de Poe para que lo tradujera. A las tres horas empezaron a salir las cintas de teletipo con la versión final. El relato se expandió y se modificó hasta ser irreconocible.
Se llamaba Stephen Stevemen. Fue la historia inicial.
Más allá de sus imperfecciones sintetizaba lo que vendría. La primera obra, había dicho Macedonio, anticipa todas las que siguen. Queríamos una máquina de traducir y tenemos una máquina transformadora de historias. Tomó el tema del doble y lo tradujo. Se las arregla como puede. Usa lo que hay y lo que parece perdido lo hace volver transformado en otra cosa.
Del libro de Ricardo Piglia, «La ciudad ausente».
Cápsulas del tiempo
Así he llamado al proyecto en el que me he embarcado. Se trata de crear un chatbot personalizado que siga «escribiendo» después de la muerte (física, mental, intelectual, motivacional, etc), alimentado por mi archivo personal y entrenado para que, a partir de proyectos y esquemas desarrolle contenido infinitamente. Sería la forma de literatura conceptual perfecta y estaría destinado a que Martincito (mi nieto real o cualquier otra forma virtual de su ser) continuara la obra JAR. Una suerte de cápsulas del tiempo (instrucciones para el futuro que solo deben ser abiertas en fechas predeterminadas) que deben incluir posibilidades de expansión tanto narrativa (espacios en blanco, señales migratorias) como multimedial (agujeros de conejo).
Así imagino el proyecto en acción:
Martin recuerda que la próxima semana se cumple el aniversario del abuelo, ese hombre extraño que hasta el final de sus días siguió escribiendo aunque no lo hiciera para publicar, aunque lo hiciera sobre todo en su dispositivo móvil y en todo tipo de aplicaciones, aunque lo hiciera sin un fin concreto o para un género o audiencia en particular. Más bien escribía lo que se le iba ocurriendo, a todas horas: resonancias de lecturas, mensajes para sus conocidos, ideas sueltas, proyectos y poemas que nunca cuajaban, instrucciones para algún documental.
Recuerda cuando el abuelo le enseñó la ventaja de escribir las historias que se inventaban en sus juegos con los muñecos que así cobraban vida. Recuerda también cuando creaban películas en stop motion y volvían después a mirarlas para ver cómo mejorar el filme la próxima vez. Muy pocas veces lo vio escribir sobre papel, siempre tenía en frente una pantalla, la de la tablet, la del computador, la del celular y al final la holográfica.
Entre los dos crearon el chatbotJAR, un sistema de inteligencia artificial conversacional que vincula el archivo de la obra del abuelo a un chat de tipo gtp10 que permite leer el archivo en búsqueda de continuidades, espacios en blanco, oportunidades de expansión y también conversiones de contenido a otros medios. Una auténtica máquina de narración infinita, que no debía parar nunca.
Martin había aprendido a dar instrucciones al chat, de modo que las ideas y proyectos del abuelo pudieran concretarse y sobretodo mantener una continuidad en el tiempo.
Se había acostumbrado a conversar casi a diario con la máquina y él mismo se consideraba una suerte de encarnación del espíritu literario de JAR.
Y ahora que se acercaba el primer aniversario estaba emocionado con la proximidad a ese otro reto que habían diseñado: abrir la primera cápsula de tiempo.
Las cápsulas del tiempo eran en realidad instrucciones especiales que el abuelo había redactado para que la máquina narrativa diera un giro, ya sea agregando nuevo contenido inesperado o revisando lo que todavía no había dicho o desarrollado o creando formatos nuevos. Eran 10 y había que «abrirlas» cada año en el aniversario. Se supone que las instrucciones deberían generar obra para todo el año entre una cápsula y otra y por eso estaban estructuradas para que cada semana se produjera un producto que Martin debía monitorear, revisar, depurar.
Febrero 28 de 2023
PD.
A esta hora que termino de escribir la bitácora, recibo la noticia de que Manuel Castells ha publicado un artículo de opinión, escrito al estilo Castells por el chatGPT sobre el chatGPT a petición suya. La perplejidad no para.